El escritor José Antonio Martín Acosta presenta 'La desproporción áurea'

Presentas ‘La desproporción áurea’, un nuevo libro de poesía que se suma a tu extensa obra literaria. ¿Qué destacarías de este último trabajo?
En este primer volumen de ‘La desproporción áurea’, porque habrá una segunda parte, vais a encontrar tres libros dentro de uno que prefiguran la instantánea de nuestro momento actual donde la prisa y la vacuidad han arruinado el mundo. Así, dentro de este volumen, hay cabida para el amor, la denuncia social, la metapoesía, la trascendencia, la dolorosa experiencia individual tras un desprendimiento de retina, el consuelo profético de quien se sabe libre, la voluntad de quien sabe que está realizando la tarea que se le ha encomendado: poetizar el mundo. Pero quizá lo más importante es que dentro de la poesía respira un sueño de trascendencia y de voluntad superior a la gravedad y tan inevitable como ella. La desproporción que ofrece es tan solo comparable a la misma evolución. Por eso ‘La desproporción áurea’ nos ofrece un suelo en el que descansar para después volar.
Has escrito más de 9.000 poemas a lo largo de tu trayectoria, ¿qué es para ti la poesía y que tratas de transmitir a través de ella?
Creo que la poesía es el acto revolucionario de crear belleza incluso de lo feo, de lo marginal, de lo trágico, de lo poderoso e incomprensible que se esconde en la naturaleza, de lo racional y de lo irracional. La poesía es el encuentro del lector con el libro. Ese encuentro hace poesía, la transforma. Hay toda una experiencia estética en el descubrimiento. La lengua original del género humano es la poesía. Pero la poesía es también experiencia estética, concepto de una razón poética, filosofía del yo en relación con los demás y personificación de todo lo que late frente a nuestros ojos. La poesía es la lengua reflexionando sobre sí misma. Los poetas buscamos el ritmo de nuestra lengua. La poesía es la conciencia de algo de lo que no podemos tener conciencia de ninguna otra manera.
¿Quiénes son tus autores de referencia?
Dentro de la historia personal de cada poeta se busca enlazar con los que han venido antes. Como estudioso también de la historia y de los clásicos me gusta empezar por el principio, la Iliada y la Odisea de Homero donde he recogido la tradición de poesía épica que muestro quizá en libros más comprometidos y sociales y también en la poesía social de los 50 y 60, Dámaso Alonso, Blas de Otero, Gabriel Celaya, son siempre autores de referencia. En cuanto a mi poesía amorosa empecé leyendo a Gustavo Adolfo Bécquer pero continúe con autores como Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y más recientemente Alejandra Pizarnik, Sihara Nuño, Luna Miguel y un largo etcétera. Quizá en la faceta más imaginativa me quede con autores como Vicente Huidobro, William Ospina o Víctor Rodríguez Núñez.
¿Cómo te inspiras para tus poemas?
Comunicarte con tu yo interno es, quizá, lo más difícil de todo porque es más complicado que la comunicación con los otros. Para que sea posible tu mente ha de estar preparada. Yo necesito soledad, aunque he desarrollado a lo largo de los años la cualidad de aislarme del entorno para escribir. Yo utilizo la música para encontrar ese momento en el que pareciera que me están dictando el poema, cuando las sinapsis neuronales son más fuertes y fecundas y se establecen conexiones lingüísticas fuera de lo común que inician ese proceso tan extraño que es la inspiración poética.
También has escrito varias novelas y en total son ya 20 libros. ¿Qué balance haces hasta ahora de tu carrera literaria?
En septiembre hará 34 años que empecé a escribir. Resulta complicado hacer balance porque la carrera de un escritor no finaliza si no en la muerte. Desde los primeros versos publicados en 1996 hasta hoy han sido 20 libros, 5 novelas, ‘Eguzkilore, de Diosas y hombres’; ‘Entropía’; ‘Ensayo sobre la violencia, manual de instrucciones del perfecto psicópata’; ‘Neanderworld, voluntad de poder’ y ‘Claustro, imaginación o barbarie’. En ellos hablo de la amistad, de la necesidad de la fantasía para alzarnos contra los males del mundo y también de cómo nos han vencido desde los poderes fácticos domesticando nuestra pasión hasta hacernos manejables y pasivos. En los poemarios hablo de amor: ‘Sonrisa diagonal con posdata’, ‘Triste afán de la locura’, I’nanna´s Song’, ‘El Zurinauta’, dedicado a mi compañera de viaje, Zuriñe, como todo lo que escribo. Hablo también de lucha social y revolución: ‘Ojos de perro’, ‘Música Profana’, ‘Poesía Zombi’, ‘Poemas para una Nueva Revolución’ y ‘La basura es una tragedia acabada’. También de la propia poesía, como ‘La poesía del tú’, ‘Libélulas’, ‘Absenta’, de los problemas de nuestro tiempo como el caso de la Covid, ‘99 días y 1 estado de alarma’ o ‘La ira de la alquimia’. Aún queda mucho por hacer y creo que deben llegar pronto los reconocimientos y los lectores, que es lo que desea todo escritor. Debo decir que mis libros se hayan a disposición de los trapagarandarras en la Biblioteca Municipal.
Llevo 34 años haciendo gala de ello sin percatarme porque para mí, poeta del instante, dejar constancia de lo que supone el momento siempre ha sido mi misión. Después de muchos años intentándolo, he presentado mi libro en la Carpa de la Feria del Libro de Bilbao y también lo haré en la Feria del Libro de Madrid, lo que es ya un triunfo para mí. Así mismo el próximo sábado 14 de junio haré también un recital de mi poesía política en Bilbao en el local de Progreso Herri Denda.
Naciste y viviste tu juventud en Trapagaran, ¿de qué manera te ha marcado tu municipio en tu faceta de escritor?
Es que todo empezó aquí, en el Palacio Olaso, sede de la antigua Biblioteca Municipal. Era un 10 de septiembre del año 1991, leía las ‘Rimas y Leyendas’ de G.A. Bécquer y allí supe que yo quería hacer eso el resto de mi vida. Por eso mi pueblo siempre ha estado presente en mis libros. En la primera novela, ‘Eguzkilore’, mis amigos de la infancia y mi propia familia son los personajes del libro, junto con personajes de la mitología vasca y de la historia de nuestro pueblo. Es algo que he venido haciendo en todas las novelas que he publicado y que se nota también en mi lucha obrera y política, ya que soy hijo de un pueblo minero. La razón poética debe crear un vínculo entre razón y sentimiento y ahí reside la posibilidad real de una revolución. Y de todo ello me di cuenta aquí, en el Valle de Trápaga, el lugar donde se unen la magia y la materialidad histórica suficientes como para lanzar al aire una chispa que encienda la imaginación y quién sabe si algo más.